domingo, 8 de abril de 2012

They say I'm gonna fall.

Dicen que voy a caer. ¡Como si fuese difícil!
Dicen, que voy a fallar. ¡Cómo si tuviese intención!

Dicen, y dicen. Y es que sólo saben hacer eso.

Decir.

You're the pretender.
What if I say that I'll never surrender?

The only hope.

A veces dicen que las cosas definitivamente no llegan a ser como tú te lo planteas, que tienen dificultades que nunca vas a poder superar, que todo es cuestión de darse cuenta de cuando has fracasado.
Pero yo me pregunto, ¿cuándo fracasamos realmente? ¿Cuando lo reconocemos o cuando dejamos de intentarlo? ¿No es lo mismo? Dejamos de intentarlo porque creemos que hemos fracasado, no porque hayamos fracasado en sí. 
¿Y si tenemos más oportunidades? Tal vez las tendríamos todas, pero no seguimos intentándolo, así que definitivamente, en ese contexto, hemos fracasado.
Cuando tiras la toalla no es porque te rindas, es porque estás cansado de intentarlo sin conseguir nada a cambio, y lo entiendo, demasiado bien diría yo. Pero eso no es ningún motivo para dejar la toalla en el suelo y sentarte en un banco a quejarte de lo mala y penosa que es tu vida. ¡Por Dios, espabila!
Recoge esa maldita toalla, y sigue intentándolo, al fin y al cabo hemos nacido para ello, ¿no?

Para intentarlo, caernos, levantarnos, equivocarnos, tropezar, llorar, reír... Hemos nacido para encontrar el maldito camino que nos lleve a nuestra felicidad, y no importa cuántas veces acabes en el suelo, importan las veces que te levantas y las que sigues intentando.

¿No es eso un buen motivo para no quedarse quieto?

Es como un ratón en un laberinto. Si pones queso al final, el animal no se va a rendir hasta que alcance ese pequeño premio. Y esos somos nosotros.

Ratones encerrados en un laberinto llamado vida, con miles de salidas diferentes, con miles de premios al final de cada una, y nuestro trabajo es simple. Encontrar el camino hasta ellas. Bueno, vale, quizá no es tan simple como hubiésemos querido, porque nos equivocamos de camino y muchas veces nos tragamos de golpe los muros que separan los caminos, pero oye, ¿eso no nos enseña que por aquellos caminos no debemos volver?

Cada fallo tiene una preciosa moraleja, y es muy muy simple: No vuelvas a hacerlo.

De todos modos, si antes de empezar ya has tirado la toalla, fracasarás, es así de simple.

La única cosa más fuerte que el miedo, es la esperanza. Y esa siempre viene con nosotros, ¿o no?

Because you're the only hope for me.